No puedo creer… ¡que esto estuviese vivo!

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Este post forma parte del VI Carnaval de Biología, que organiza @Copepodo del blog Diario de un Copépodo.

Cuando vas al campo a hacer geología, muchas veces encuentras fósiles, si, ya sé que estoy en el Carnaval de Biología, pero bueno, al fin y al cabo, esos fósiles son el resto de la actividad biológica o de un organismo, ¿no?, pues eso, que estuvo vivo.

A menudo, me ha costado darme cuenta de lo que eran las cosas, y en más de una ocasión (y de diez) he tenido que preguntar qué era lo que estaba viendo, porque ni de lejos iba a ser capaz yo mismo de encontrar una respuesta.

Uno de los primeros fósiles que a mi más me llamaron la atención de pequeño fueron los Gyrolithes. Estos fósiles en realidad son trazas de la actividad excavadora de un organismo típico de aguas saladas y que hace una galería en forma de espiral. Como no encontraba ninguno completo, pensaba que eran los restos del relleno de algún ammonites. Pero claro, lo que no sabía era que en el Plioceno, ammonites, lo que se dice ammonites, no habían. De hecho se piensa que estas cuevas en realidad están excavadas por crustáceos. También podía haber pensado que era la huella de algún tornillo o algo así… os dejo con la imagen que se explica mucho mejor que yo…

Imagen de un Gyrolithes del Plioceno

Imagen de un Gyrolithes del Plioceno

Un día de merienda, caminando tranquilamente por un ya difunto yacimiento paleontológico, me empecé a encontrar hojas fósiles. Tal era el grado de perfección de algunas que estaba convencido de que en realidad no eran fósiles, sino que eran las improntas de hojas actuales sobre el cemento de las obras que estaban haciendo en esa zona… Evidentemente, tras comprobar la composición de la roca, no era cemento ni yeso, sino margas y areniscas…

Hoja fósil del Mioceno

Hoja fósil del Mioceno

Pero el verdadero problema no me llegó ahí, no, el problema llegó cuando encontré un gran pedrusco con una forma realmente peculiar… ¡parecía un trozo de leña! Tanto, que al principio me costó aceptar que en realidad era parte de un tronco que quedó fosilizado y que aparecía en los mismos niveles que las propias hojas. Menos mal que siempre hubo algún biólogo dispuesto a echar un cable (y algo de imaginación).

Leña fósil

Leña fósil

Pero sin duda, uno de los fósiles de planta que más me costó interpretar (porque no me lo esperaba) fue este:

El interior fósil de una piña

El interior fósil de una piña

En primer lugar porque me lo encontré en sedimentos marinos. Y aunque esperas encontrarte de todo en medios costeros fósiles, a veces cuesta un poco cuando la cosa no es tan obvia. Pues este fósil corresponde ni más ni menos al interior de una piña de pino que por alguna razón llegó al mar transportada por los ríos o ramblas, y allí se quedó su molde.

Y para acabar, sin duda, el fósil que para mí fue el creme de la creme de la imaginación, la medusa:

Medusa del amor

Medusa del amor

Evidentemente, yo solo no pude dar con la respuesta a esto. Tuve que preguntar a varias docenas de personas sobre la interpretación del fósil, ya que yo nunca me hubiese imaginado que me iba a encontrar eso. Si, y hay registro fósil de medusas fósiles y afines desde hace un montón de millones de años, pero oiga, ¿Cómo iba a pensar yo que me iba a encontrar una paseando un día por el monte?

Pues para que veáis, ¡a veces me cuesta mucho creer que las cosas que veo en el campo día a día estuviesen vivas! Pero sí, formaron parte de organismos o su actividad dejó su sello en los sedimentos… así que si algún día veis un fósil, tratadlo con cariño, algún día podríamos ser nosotros uno de ellos…

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