Creo que los pocos que escogimos estudiar Geología en la universidad lo hicimos por una inexplicable llamada vocacional. En mi caso fue mi pasión infantil por los dinosaurios. Mis padres me apoyaron desde el principio pero yo sé que se preocuparon por mí. En su interior se preguntaban ¿para qué sirve un geólogo? ¿en el futuro podrá ganarse la vida estudiando “las piedras”? La verdad es que ni yo mismo sabía lo que me iba a encontrar.
Todos los científicos tienen una única cosa en común. Una pregunta en su cabeza: ¿cómo funcionan las cosas? Es un sed de curiosidad interminable.
Poco a poco comencé a descubrir un mundo que iba mucho más allá de lo que me hubiera imaginado. Me enseñaron que vivimos sobre un “organismo vivo” que se llama La Tierra. Mi concepción del tiempo se expandió al oír hablar de miles de millones de años. Es un concepto muy difícil de asimilar. Hace replantearte la relevancia de las cosas.
Después nos enseñaron a desarrollar nuestra visión espacial en tres dimensiones. Teníamos que ser capaces de imaginar y proyectar hacia el subsuelo cómo se disponían formaciones geológicas plegadas y rotas por fallas a partir de un liso y plano mapa geológico.
Es decir, en la carrera al geólogo se le multiplica la percepción de las tres dimensiones del espacio y la cuarta del tiempo. Creo que eso es lo que nos hace especiales.
Dicen que el ser humano es el único que tropieza tres veces con la misma piedra. Es cierto. No tenemos memoria. Esa es la razón por la que seguimos aparcando nuestro coche en el cauce seco de una rambla en septiembre. No nos acordamos de la inundación repentina que vio nuestro abuelo hace 40 años.
Entre los equipos multidisciplinares técnicos de cualquier proyecto, por ejemplo, una obra de ingeniería civil, los geólogos tenemos fama en dos cosas. La primera es que pecamos de ser cualitativos. Nos cuesta mucho dar un número absoluto. Nos gustan más los intervalos. La segunda, es que somos los que no podemos quedarnos callados y decimos que hay peligro. “No hagas tu casa aquí porque la ladera es inestable” “No sigas perforando el túnel de la autovía sin tomar medidas porque hay una falla y puede derrumbarse” “No sigáis bombeando agua del acuífero costero a este ritmo porque se salará”. Es difícil convencer a los responsables de que inviertan más dinero porque algo malo puede pasar sin saber exactamente cuándo. Sin embargo, podemos saber bien dónde pasará … y nos lapida la conciencia que haya víctimas inocentes. La historia nos demuestra que a la larga prevenir sale mucho más barato.
Nuestros nuevos ojos vieron que el viejo planeta ha pasado por muchos cambios y seguirá experimentándolos en el futuro. Y eso nos lo dijeron las rocas.
El siglo XXI está ligado a internet. Es una herramienta que nos ha abierto al conocimiento y a la comunicación como nunca antes. Pero me preocupa el auge de los extremos. Hay ideologías y grupos “verdes”. Permitidme llamarlos así sólo para explicarme. Su propósito en el fondo es bueno. El deseo de no seguir dañando al medio ambiente. Un viejo proverbio indio dice así: “La Tierra no es un regalo de nuestros padres, es un préstamo de nuestros hijos”. Es admirable y jamás deberíamos dejar de luchar por ello. Sin embargo, percibo que hay gente que se une a estas asociaciones “verdes” extremistas sin tener la madurez como para hacer introspección independiente y cuestionarse cómo hacer las cosas. Tengo la sensación que en parte hay quien se une por una necesidad de socializar. Los populistas simplifican e incluso omiten partes de cosas que en realidad son más complejas. Por eso es recomendable y sano verificar las referencias y veracidad de lo que leemos en internet. No debemos creer todo lo que hay. Hay que dedicar un esfuerzo a investigar y ser críticos. Hablar con la gente a favor y la gente en contra. Nosotros mismos, los científicos, continuamente publicamos artículos que desmontan las teorías establecidas a la luz de nuevas evidencias. Cada día aparecen nuevas pruebas que modifican la percepción que se tenía ayer. Y por supuesto hay grupos de científicos a favor y otros en contra de muchas hipótesis. En algunas cuestiones no hay un consenso establecido. Se necesita tiempo para una aceptación general. Y si no pues mirad las caricaturas que le hicieron a Charles Darwin dibujándolo con cuerpo de simio.
Me da muchísima rabia que alguien vaya a una protesta contra un proyecto que pretende abrir una nueva mina en España llevando el último modelo de Smartphone o iPhone en el bolsillo. No puede haber una hipocresía mayor. Si no quieres una mina no deberías querer un teléfono móvil. Si quieres un teléfono móvil pero no una mina en España eres aún peor. Ojos que no ven corazón que no siente, ¿verdad? Si no se desarrolla la mina en España se hará en otra parte porque nosotros seguiremos pagando por comprar un nuevo móvil. Mueren niños buscando coltán en la República Democrática del Congo para tu fabricar tu teléfono. Cientos de hectáreas de bosque amazónico son arrasadas cada año por mineros ilegales que corren graves riesgos de ser envenenados con el mercurio que utilizan para extraer oro. Esa es la realidad. No miremos hacia otro lado.
Uno de mis contactos de la red social Linkedin es un ingeniero de minas. Lo llamaré sólo L.C. Con el tiempo he ido viendo y sorprendiéndome de lo que publicaba. A pesar de pertenecer uno de los colectivos con mayor paro es un paladín que denuncia el primero todas las malas prácticas mineras que se destapan. Uno podría pensar que está tirando piedras contra su propio tejado. Todo lo contrario. Él mismo dice que es posible y además una obligación hacer proyectos mineros mucho mejor diseñados medioambiental y socialmente. Todas aquellas barbaridades cometidas en algunas explotaciones mineras han dañado gravemente la imagen de esa actividad. Hay canteras monstruosas visibles a decenas de kilómetros, algunas incluso en espacios naturales protegidos, que han destrozado por completo el paisaje de una manera irrecuperable. En España tenemos una ley de minas en vigor desde 1973. Yo imagino que hemos avanzado lo suficiente como para actualizarla, al menos, en parte. Lo peor de todo es que las administraciones públicas encargadas de vigilar su cumplimiento no cuentan con suficiente personal como para llevar a cabo esa tarea. Esto también lo denuncia L.C.
Una mina puede llegar a ser un negocio altamente rentable. Sin embargo, también se trata de una inversión muy costosa y de mucho riesgo de fracasar. Normalmente es necesario realizar muchas campañas de exploración fallidas antes de dar con un hallazgo rentable. Nuestro país se caracteriza por agotar burocráticamente cualquier proyecto minero con larguísimos procesos previos a su autorización, además de exigir a veces requisitos desproporcionados. En otros países esto les parece sorprendente. Los inversionistas se espantan.
En España, donde nos consideramos un “país desarrollado” al menos en algunos aspectos, la legislación vela más por la protección del medio ambiente y los trabajadores que en otros países en vías de desarrollo. Por suerte hay algunos ejemplos que sorprenden por su originalidad cuando se hacen bien las cosas. Por una parte tenemos el proyecto de restauración de la mina. Algunas minas que se operaron a cielo abierto han conseguido tener una segunda vida como lagos artificiales que llegan a convertirse en zonas valiosas para las aves migratorias, actividades de recreo como la pesca, la navegación o incluso el submarinismo. Estos lagos contribuyen a favorecer la recarga de los acuíferos y pueden también llegar a ser playas de interior donde poder combatir el calor de la meseta en verano. Cerca de Shanghai han construido un gran hotel de lujo en una vieja cantera que ahora cuenta con vistas a su propia piscina en la roca. Una maravilla arquitectónica que deja de seguir elevando el skyline de la ciudad y la contaminación lumínica.
Tal y como dice L.C., la cuestión no es ¿mina sí o mina no? La cuestión es ¿mina cómo? Tenemos una necesidad irremplazable de obtener más recursos minerales y energéticos. Es un hecho a día de hoy que como sociedad sería mucho a lo que tendríamos que renunciar y como colectivo no queremos. No digo que esté bien ni mal pero todas nuestras decisiones tendrán sus consecuencias.
Yo hace tres años decidí emigrar a más de doce mil kilómetros de mi hogar para poder trabajar de geólogo, o más bien, simplemente para poder trabajar. Fui a parar junto con mi chica a Chile, un país cuya principal actividad económica es la minería. Es la otra cara de la moneda. En Chile he visto los enormes proyectos mineros que se llevan a cabo para buscar cobre. Es algo tan rentable que incluso llegan a construir desaladoras de agua de mar para después impulsarla varios kilómetros hasta más de cuatro mil metros de altura en la Cordillera de Los Andes. Sin embargo, Chile está empezando recientemente a darse cuenta de los daños que se han llegado a producir en algunas partes como las presas de relaves mineros descontrolados o la salmuera que vierten al mar. No existe legislación sobre suelos contaminados. Pero la minería está bien vista porque da trabajo a mucha gente. Son un país joven y se están empezando a preocupar por su futuro. Acaban de prohibir que los establecimientos suministren bolsas de plástico. En cambio el reciclaje es otra historia…
Yo trabajo para una empresa minera que podría decir que es no convencional. El yacimiento se encuentra en el Salar de Atacama, el desierto más seco del mundo. Allí el agua es más valiosa que el oro. Los recursos hídricos son muy escasos y son la fuente de vida para los pueblos atacameños y los ecosistemas del altiplano. A los pies de los volcanes hay lagunas someras donde viven varias especies de flamencos y algunas plantas endémicas. Pues bien, la mina extrae recursos de litio y potasio por medio de pozos que bombean la salmuera que se encuentra a poca profundidad bajo la enorme llanura del salar. Estrictamente la salmuera es agua con un elevado contenido en sales disueltas (tiene una densidad de alrededor de 1230 kg/m3). Esto hace que en la práctica yo no la considere agua porque no se puede usar para beber ni regar. Sólo puede ser útil para obtener de ella los elementos que extraemos. Sin embargo, la empresa invierte una gran cantidad de dinero en tratar de comprender cómo funciona el sistema hidrogeológicamente. La salmuera soporta el peso del agua salobre y dulce que flota sobre ella en los bordes de la cuenca, donde se encuentran las lagunas. En teoría, una explotación demasiado abusiva de la salmuera podría hacer que los niveles bajaran y se llegaran a secar esas lagunas de poca profundidad y murieran las plantas de alrededor. Por eso, la empresa se preocupa de que esto no llegue a pasar. Las autoridades controlan la afección del bombeo sobre los márgenes y exigen la toma de medidas en caso de que los niveles bajen hasta alcanzar ciertos límites. Pero no es tan simple como parece. Un periodo largo de sequía podría ser la causa del descenso de los niveles. Es difícil decir cuál es la proporción. El pozo más cercano a las lagunas se encuentra a unos 17 kilómetros de distancia pero aun así se toman precauciones porque se ha bombeado durante años y la bajada de apenas unos centímetros afectaría gravemente al ecosistema.
Me afecta que mi propio país haya el mismo litio que en Chile. Estoy hablando del yacimiento de Cáceres. No conozco el proyecto en detalle. Creo que si se encuentra en un lugar realmente frecuentado y apreciado por los habitantes debería conservarse. Pero de no ser un patrimonio realmente valioso en su justa medida se podría desarrollar un proyecto minero que generaría cientos de empleos directos e indirectos. Prosperidad económica asegurada por unas tres décadas. ¿Qué empresa puede decir eso? Tal vez yo no habría tenido que alejarme de mi patria y mi familia para poder empezar la mía propia en un país que a veces nos ha tratado como extraños.
Por suerte, en la Península Ibérica hay rocas antiguas y con algunos depósitos minerales. Existen otros yacimientos de litio cerca de la frontera con Portugal. La única mina de tierras raras de Europa se encuentra en Galicia y hay probabilidades de que pudiera haber más en Ciudad Real. La Faja Pirítica podría resurgir en Huelva y Sevilla. El hierro de Alquife lleva años esperando a que alguien dé permiso para su salida al mar. Son además unos recursos geopolíticos estratégicos. Podemos pensar en lo valiosos que podrían ser tras el conflicto entre Estados Unidos y China. China es el mayor productor mundial de tierras raras y haría mucho daño que no vendiera esos elementos imprescindibles para muchos aparatos electrónicos. Lo mismo ocurre con la transición energética que muchos queremos. Pasar de combustibles fósiles a energías alternativas más limpias en gran parte de los casos conlleva almacenar la energía en baterías. ¡Baterías hechas de litio! Los vehículos eléctricos necesitan ese litio y muchos otros elementos.
Hoy en día se habla de “La España vacía”. La minería es una de las alternativas a esa situación que está hacinándonos cada vez más y más en ciudades mayores, más contaminadas y en las que nos da más miedo que nuestros hijos jueguen en la calle. Ciudades en las que invertimos mucho tiempo y dinero en vivienda y desplazamientos diarios. En 2018 fuimos el segundo país con la mayor tasa de paro de la Unión Europea con un 15%, mientras que Alemania tuvo un 3%. Nuestra generación apenas quiere o puede tener hijos, y si lo hacemos es cada vez más tarde con todos los riesgos que ello conlleva para el bebé y su madre. Todo por culpa de no poder empezar a ser independientes antes. ¿Cómo pretendemos así mantener las pensiones y la sanidad pública? ¿Cómo esperan que los jóvenes no tengamos que emigrar a dónde se nos valore más?
Quiero escribir un poco más sobre la energía. Estoy deseando ver más molinos de viento y paneles solares fotovoltaicos (por cierto, algunos flotantes en lagos artificiales de antiguas minas para reducir la evaporación). Quiero más inversión en geotermia de baja entalpía. Más eficiencia energética en edificios mejor aislados y orientados al Sol. Deseo que las sales solares que produce la empresa para la que trabajo lleguen a más plantas solares como la de Fuentes de Andalucía. España tiene un potencial enorme para producir energía a partir del Sol. Es repugnante que los políticos estén comiendo de la mano de las grandes corporaciones eléctricas. Podríamos llegar a autoabastecernos gran parte del año en lugar de ser uno de los países en los que es más cara la factura de la luz. Un impuesto al Sol es absurdo y un insulto. No somos borregos. Por suerte la UE cada vez está reprimiendo más estos abusos.
Otra cosa absurda es que nuestra factura de la luz es tan cara porque compramos mucha electricidad a Francia. Nuestros vecinos la producen en centrales nucleares. Dentro del acuerdo está el que España se compromete a almacenar parte de los residuos radiactivos de sus centrales. Yo personalmente me encuentro a favor de la energía nuclear si se controla con detalle. Por cierto, en España también hay depósitos de uranio como los de Salamanca que cuentan con fuerte oposición social. Esas enormes torres emiten nubes de vapor de agua. Nada de partículas ni gases de efecto invernadero como las centrales térmicas de carbón con las que estoy en contra. Las centrales nucleares poseen dos circuitos de agua para transportar el calor y producir electricidad en turbinas. Es cierto que hay que tener cuidado con los residuos que generan. Por un lado está el exceso de calor que no debe ser simplemente vertido a un río. Eso podría afectar gravemente a la vida en el entorno. Por otro lado están los residuos radiactivos. En cuanto actividad son los más poderosos y de mayor duración. Sin embargo, son volúmenes ínfimos si los comparamos con los generados por los hospitales, por ejemplo. Y todos ellos tienen que almacenarse adecuadamente. Ahí es donde entramos los geólogos. Somos los encargados de buscar lugares tectónicamente estables e hidrogeológicamente impermeables para contener la radiactividad durante mucho tiempo. Finlandia está construyendo un Almacén Geológico Profundo a más de 400 metros bajo la superficie en un batolito muy antiguo y seguro para guardar sus residuos nucleares. Realmente parece sacado de una película de espías.
Los países inteligentes invierten más en épocas de crisis. Los países conservadores guardan su dinero y esperan a que otro encuentre la solución. Me remito de nuevo a los números de España frente a Alemania. Existen grandes oportunidades de mejorar la eficiencia de la tecnología actual y de encontrar otras nuevas. Siempre tendremos olas, mareas, viento, energía solar y geotérmica. Son nuestras esperanzas para dejarles a nuestros hijos un mundo mejor. Y de verdad que hay jóvenes con unas ganas tremendas de descubrir cómo. Pero no hay financiación. No hay interés. Al menos no aquí. La mayoría de políticos en España sólo se fijan en resolver los problemas de hoy o en remover muertos. ¡Qué tiempo tan bien aprovechado! Siempre me sorprende el orden de las prioridades del gallinero del congreso.
Después de despotricar es momento de que me vuelva la compostura. Pero me he quedado más a gusto.
¿Sabíais que a lo largo de la Historia de la Tierra lo más habitual ha sido que no haya hielo en los polos? En efecto, los periodos glaciares son escasos. Pero ahora estamos en lo que se conoce como periodo interglacial. Es decir un intervalo algo más cálido entre dos glaciaciones. El último máximo glacial ocurrió hace aproximadamente unos 19.000 años y desde entonces las temperaturas han ido subiendo. En los últimos años la mayoría de estudios científicos apuntan a que la acción del hombre puede haber acelerado ese proceso.

Imaginemos que la línea inferior representa por ejemplo la evolución de la temperatura en el planeta para un determinado intervalo de tiempo geológico. Podemos simplificarla con la línea de en medio y ésta a su vez puede simplificarse con la línea superior. Si nos fijamos podemos identificar hasta 4 escalas o ciclos diferentes. En la línea de arriba vemos las dos mayores: en general una subida y después una bajada. Dentro de ella está la segunda escala, en la que durante la subida hay dos momentos de bajada. Podemos seguir con las líneas central e inferior. Lo importante es que los científicos construimos estas gráficas a partir de puntos. Y no siempre sabemos en qué escala estamos. Podemos llegar a imaginar que La Tierra se está calentando en este período interglacial pero que se encuentra dentro de un ciclo de orden mayor de enfriamiento. Por eso es importante el trabajo de los geólogos. Estamos recogiendo datos de muchas maneras para poder reconstruir con mayor claridad la deriva climática que ha tenido nuestro planeta en el pasado para saber hacia qué nos dirigimos en el futuro. La Tierra es un sistema realmente enorme y posee mucha inercia, es decir, que hace falta un gran estímulo o mucho tiempo para cambiar la tendencia. Sin embargo, los grandes estímulos no son muy raros. No hacen falta enormes impactos de meteoritos para que eso ocurra. Hay fenómenos que producen una reacción en cadena que llamamos retroalimentación. Cuando uno de estos eventos comienza sus efectos se multiplican a medida que crecen. Por ejemplo, durante la última glaciación el hielo en los polos fue creciendo. El hielo refleja la luz del Sol y dificulta que la superficie del suelo se caliente. Eso se llama albedo. Pues cuanto más hielo haya más luz se reflejará, más se enfriará el planeta y más hielo crecerá. Eso es retroalimentación. Cuando el sistema se invierte y los polos comienzan a derretirse, una gran cantidad de agua dulce se libera en el mar. Esto afecta enormemente a la circulación termohalina de los océanos que se mueve en convección por la densidad del agua. Esta corriente se encarga de transportar el calor desde la zona ecuatorial a los polos y nutrientes en sentido contrario. Por eso si se ralentiza afecta enormemente al clima y la vida de todo el planeta. Otro ejemplo sería una gran erupción volcánica. Ocurren más a menudo de lo que solemos pensar. Si un volcán emite una cantidad lo suficientemente grande de ceniza y gases de efecto invernadero puede cambiar el clima de todo el planeta en menos de un año. En 1815 entró en erupción el volcán Tambora, en Indonesia. 1816 fue conocido como “el año sin verano”. La caída de las temperaturas afectó a las cosechas en el hemisferio Norte y muchas personas murieron de hambre.
Se estima que en el Cretácico, hace entre 145 y 66 millones de años, la temperatura de La Tierra era entre 4 y 8 °C más cálida que hoy en día. Pues bien, la vida proliferaba a pesar de no haber hielo en los polos. Había dinosaurios en la Antártida y aparecieron las primeras plantas con flores. El problema lo tienen los organismos especializados y muy adaptados a unas condiciones que cambien demasiado rápido para poder adaptarse. Eso a escala geológica lo consigue la evolución de las especies. Y si el cambio es muy drástico se produce una extinción. Pero la vida siempre se ha recuperado de las extinciones. Los organismos generalistas poco especializados han sido los primeros en recolonizar. Y debido a las extinciones es por lo que hoy en día estamos aquí. Una extinción deja una vacante ecológica. Por ejemplo, cuando los dinosaurios se extinguieron las grandes aves y los mamíferos tuvieron la oportunidad de evolucionar y ocupar su papel. Y os aseguro que otros ocuparán el del ser humano cuando ya no estemos. Aunque sólo sea la cucaracha de la película WALL-E.
Pero no todo escapa de nuestras manos. El mayor cambio lo podemos lograr sumando esfuerzos individuales. Y voy a dar ejemplos. La idea fundamental es reducir nuestro consumo de materia y energía. No tengamos el aire acondicionado o la calefacción puestos con las ventanas abiertas. Mejor aún si regulamos la temperatura con un termostato y tenemos buenos materiales aislantes en nuestra casa o si nos tapamos con mantas. Y mejor aún si vivimos en una cueva como en Guadix que no necesita climatización. Cuestionémonos si cada cosa que compramos la necesitamos realmente. Cuidemos nuestra ropa para que nos dure más tiempo. Ahorremos agua. Separemos los residuos. El ciudadano tiene el deber de separar y la administración es la que se encarga de reciclar. Nosotros podemos darle una segunda vida a muchas cosas. Podemos reutilizar objetos y materiales para bricolaje o jardinería. Algo muy importante es que si puedes compres frutas, verduras y pan sin envases de plástico. Lleva tu propia bolsa de tela siempre. Yo tengo una botella de agua que no libera residuos como BPA y tiene ya más de dos años. La uso a diario. No tires toallitas, compresas ni tampones por el inodoro. No fumes porque eso sí que es estúpido. Es malo para la salud, es caro y no tiene ningún beneficio. No arrojes colillas por la ventanilla del coche o en la playa. Muévete en bicicleta o al menos en transporte público. Cambia tus bombillas por las de tipo LED de bajo consumo y luz blanca. Son más rentables porque consumen menos y duran más. Rechaza los alimentos que tengan aceite de palma. Recoge algo más de basura que la tuya propia si te la encuentras. Usa papel reciclado. Lleva tus aparatos electrónicos a lugares apropiados donde puedan volver a utilizar sus materiales para construir otros nuevos. Por último, date un momento para pensar en cuánta basura generas en un año y qué harías si tuvieras que guardarla en tu casa. Pues no digo que lo hagas. Sólo que tomes consciencia de a qué ritmo estamos generando toneladas y toneladas de basura. Muy pronto nos llegará a la puerta de casa. No te rindas. Todo esto requiere esfuerzo y sacrificar lujos pero el despilfarro es lo que nos ha llevado hasta aquí. No es sostenible. Y lo más importante. No te avergüences de hacer todo esto. Así otros lo verán como algo normal y es posible que sigan tu ejemplo. El ser humano es un ser social por naturaleza. Está en nuestro ADN imitar lo que hace la mayoría.
José Pablo González de Aguilar
Geólogo. Universidad de Granada. Promoción 2007-2012